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Mostrando entradas de octubre, 2008

El terremoto del diez de octubre

Hoy he evocado la imagen espantosa de una calamidad, de una catástrofe. Viene del pasado. Había estado siempre ahí, como una visión triste, como una fotografía de un momento de desgracia, pero ahora, con el correr del tiempo, se ha hecho de alguna forma, más profunda, más llena de significados, de sentidos: se ha convertido en un símbolo. Estaba como lo que era: una imagen dormida, una imagen triste, que esperaba su turno de emerger en la memoria caprichosa que se forma con la vida, pero sobre todo, esperando adquirir una nueva calidad, hasta llegar a ser una alegoría.. Sucedió hace mas de veinte años, en ese día que se ha repetido tanto en nuestra historia. La tierra estremeció sus profundidades, para sacudir lo que sobre ella misma estuviese plantado. Cayeron las casas, las paredes, los postes, los árboles, los edificios, como antaño, han caído los templos, las estelas, los muros. Recuerdo que fue al mediodía, que la tierra se movió como se mueve el mar: sentimos las ondulaciones de

Carta a Manyula

Querida amiga, Hoy me acorde de ti. Quizás porque me atrapó la nostalgia, tal vez la soledad, quizás la tristeza de sentirme lejos. Los años han pasado, muchos, y el recuerdo de ti es tan claro que a veces presiento que en lugar de ser recuerdo, formas parte de lo que me rodea, como sombra, como viento, es decir, algo tenue, pero que acontece en el presente. Mejor, concluyo que los recuerdos son presencias trasparentes que caminan con nosotros. Así, lo que cambia, es que pierden la corporeidad que tuvieron, y adquieren la traslucidad hoy visten. Vienes desde mi infancia, desde esos domingos de alegría en los que me encontraba contigo, y me veías. Me veías con tus ojos nobles, con tus ojos tiernos, llenos de espera, de paciencia, de tiempo Siempre estabas ahí, en tu humilde morada marcada por tus pasos, tus ansias, tus arrebatos, tu eterna soledad. De regreso de verte, me marchaba con ese sentimiento de dejarte, de abandonarte, mas creo que, era yo el que me sentía abandonado de tu fort