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Mostrando entradas de 2008

Navidad, triste Navidad

Navidad, triste Navidad Imagino un día, en el que puedas regresar. Imagino un día, en que podamos volver a conocerte. Por ahora, permaneces escondida detrás de las cosas, Existes como existen las leyendas olvidadas: de las cuales, tan sólo percibimos sus sombras con la débil memoria del olvido, o con la gruesa ceguera de lo que ignoramos. Te has convertido en un pretexto. Tu nombre -que significa nacimiento- ha perdido su real significado. Hoy, es uno de las palabras con las que se nombra el intercambio de las cosas; el arte de la compra, una forma, dicen, de decir a los demás… que los queremos. Un poeta dijo una vez, que entre nosotros y las cosas existe un cristal, una barrera transparente. Por eso jamás esas cosas, nos pueden llenar el corazón, aunque nos parezca que por su proximidad, las poseemos. Tan sólo hay un lugar donde tú existes. Un lugar secreto, un lugar pequeño, un lugar inadvertido por el mundo: La tenue esperanza de algún niño descalzo; su oculta soledad tras los carto

El laberinto perdido

El Laberinto perdido. Hace unos treinta años ya, en lo que recuerdo era ese parque llamado Los Planes de Renderos, existía una estructura ovalada o circular formada por arbustos de mediana estatura, que dispuestos como estaban, le daban vida a lo que conocemos legendariamente como un laberinto. Sus paredes entonces, eran de ramas y hojas profusas, tanto, que era imposible ver a través de esas paredes verdes. Sus pasadizos en espiral, eran tan intricados para un niño menor de 10 años que era yo entonces, que no pocas veces, entrando en él, sentí la verdadera angustia de estar perdido, y la impotencia de no encontrar nunca la salida. La altura de las paredes era tal, que hubiera necesitado el doble de mi estatura para poder ver del otro lado de una de éllas. Así lo recuerdo ahora: amplio, complicado, fatigoso. Entraba corriendo con el deseo de extraviarme. Porque lo emocionante era perderse, aunque causara inquietud y a veces miedo. Era una aventura, un reto de poder encontrar la solució

Carta a un hermano lejano...que aveces está triste

Carta a un hermano lejano …que a veces está triste. Hermano, yo te entiendo, pues para nosotros que estábamos ya aquí cuando llegó el 68, supimos luego que allí, el siglo se partió en dos mitades; para nosotros que estábamos ya por estos lados, cuando con mentiras nos dijeron que la luna ya era nuestra… para los que, dicho de otra forma pues, estamos cerca ya de completar los cuarenta años, mucho ha pasado ya por nuestros días: Nos despedimos del siglo veinte ya llenos de nostalgia…añoramos cosas que hoy, sólo nosotros recordamos. Nosotros, los de entonces, aprendimos de Serrat que si bien no nacimos en el Mediterraneo, si nacimos Para la Libertad, para La fiesta, y que De vez en cuando la vida, debe tomar con nosotros café. Y fuimos a sembrar nuestro árbol con Alberto Cortez; y hoy ni las raíces han quedado. Luego Silvio y Pablo nos dijeron que el sueño y el amor era posible; y Sabina nos hizo iconoclastas. ¿Cómo no voy a entenderte? Si juntos tarareamos en inglés a Carol King y a

El terremoto del diez de octubre

Hoy he evocado la imagen espantosa de una calamidad, de una catástrofe. Viene del pasado. Había estado siempre ahí, como una visión triste, como una fotografía de un momento de desgracia, pero ahora, con el correr del tiempo, se ha hecho de alguna forma, más profunda, más llena de significados, de sentidos: se ha convertido en un símbolo. Estaba como lo que era: una imagen dormida, una imagen triste, que esperaba su turno de emerger en la memoria caprichosa que se forma con la vida, pero sobre todo, esperando adquirir una nueva calidad, hasta llegar a ser una alegoría.. Sucedió hace mas de veinte años, en ese día que se ha repetido tanto en nuestra historia. La tierra estremeció sus profundidades, para sacudir lo que sobre ella misma estuviese plantado. Cayeron las casas, las paredes, los postes, los árboles, los edificios, como antaño, han caído los templos, las estelas, los muros. Recuerdo que fue al mediodía, que la tierra se movió como se mueve el mar: sentimos las ondulaciones de

Carta a Manyula

Querida amiga, Hoy me acorde de ti. Quizás porque me atrapó la nostalgia, tal vez la soledad, quizás la tristeza de sentirme lejos. Los años han pasado, muchos, y el recuerdo de ti es tan claro que a veces presiento que en lugar de ser recuerdo, formas parte de lo que me rodea, como sombra, como viento, es decir, algo tenue, pero que acontece en el presente. Mejor, concluyo que los recuerdos son presencias trasparentes que caminan con nosotros. Así, lo que cambia, es que pierden la corporeidad que tuvieron, y adquieren la traslucidad hoy visten. Vienes desde mi infancia, desde esos domingos de alegría en los que me encontraba contigo, y me veías. Me veías con tus ojos nobles, con tus ojos tiernos, llenos de espera, de paciencia, de tiempo Siempre estabas ahí, en tu humilde morada marcada por tus pasos, tus ansias, tus arrebatos, tu eterna soledad. De regreso de verte, me marchaba con ese sentimiento de dejarte, de abandonarte, mas creo que, era yo el que me sentía abandonado de tu fort

El hilo de la poesia.

Ahora, ahora, el hilo, el hilo que se ira haciendo ropa para los que no tienen sino harapos. Oda al hilo ( Pablo Neruda) El hilo de la poesía continúa, se sigue desenrrollando, avanza. Hoy me nace un hijo, y es como si el canto prosigue su existencia, su alcance, su largura. Es el hilo de la posía que crece con la vida, como si el nacimiento de este hijo, fuese un poema nuevo de los dias, de la vida, del tiempo presente y el futuro. Lo nuevo pasa al frente, la alegria toma por asalto al gobierno de los días, la noche se ilumina como luna y el sol se pinta sus propios arcoiris.

Origenes perdidos

Con suma tristeza me entero del absoluto desinterés con el que han sido considerados, por parte de las empresas privadas de construcción, los hallazgos arquelógicos en la finca El Espino. Los restos prehispánicos descubiertos y destruidos por los tractores que preparan el terreno para la autopista Diego de Olguin, y el acto despreciable de no detener los trabajos de construcción una vez detectados los primeros hallazgos, son una prueba más, entre muchas otras, de la falta de interés, por la verdad histórica de El Salvador. Pero más aún, esta voluntaria negligencia, es un síntoma claro de la cultura autodestructiva que prevalece en el pais. Destruir el propio pasado, ocultar la propia verdad, enterrar la propia historia en favor de la recompensa inmediata, del enriquecimiento, de la voracidad, del apropiamiento, tan sólo puede adjudicarse a una ya muerta y putrefacta conciencia del respeto a la cultura nacional. Nunca como en El Salvador, la palabra nacionalismo ha dado más de sí en su

Orígenes III

Los artesanos del quetzal Colocadas dentro de jaulas grandes como casas, las aves de largas colas se veían trepadas en sus ramas, a veces en parejas, a veces solas, confundiendo sus colores con el verde de alguna hoja todavía viva, de esas ramas puestas allí, como pretendiendo ser un árbol, una enramada, de esas donde en las montañas, las aves permanecen observando el mundo desde la majestad de sus plumajes. Quietas, adentro de el orgullo de un ser privilegiado y cautivo, su verde intenso se veía rezumar el mismo verde que tienen las hojas de las plantas del maíz, allá a lo lejos, como si fueran criaturas de una misma especie, como si fueran pintadas con la misma mano, con el mismo tinte que tiene la tierra cuando llueve. Sus colas, más largas que el brazo de algún hombre, caían en cascada ondulada sobre el aire, profusas, gruesas, amplias, como sólo puede serlo un abanico hecho por los dioses para refrescar la misma tierra. En las montañas, cuando aparecen después de alguna lluvia rec

Orígenes II

Canto al maiz. Gracias por darnos las cosas las flores las frutas la tierra el agua Por esta cosa del tamaño de mi mano donde las gotas de lluvia se vuelven amarillas donde las gotas de lluvia se vuelven alimento donde el sol y el agua hacen sus milagros. Eso, de lo que estamos hechos eso, que ha formado nuestro cuerpo. Nosotros, ¡oh Señor de las lluvias! nosotros cuidamos de tus hijos. Nosotros, ¡ Señor Tlaloc! cuidamos de tu fruto y él, cuida de nosotros. Hace crecer nuestros hijos, nos da fuerzas para el trabajo, nos llena del calor del sol nos da el sudor mientras trabajamos, y nos da las lágrimas sin las cuales, no podemos vivir el dolor. Por eso lo celebramos juntos a la misma ahora en cada casa en cada pueblo Une a mi mujer y mis hijos y mis padres cuando el sol sale y se mete para darnos la luz o la sombra y asi, los dias de la vida. Jorge Castellón De: Orígenes

El Salvador antiguo I

Origen y memoria. ¿De dónde venimos? ¿De dónde procede nuestra sangre? ¿Venimos de la oscuridad o de la luz, del mar o de los cielos? Somos los descendientes de dioses de la selva, O somos, obras hechas de maíz, De barro, De madera. Un poco de todo somos. De todo un poco somos: Lágrima, sangre, sudor, carne, hueso. Ansia, rabia, dolor, delirio, risa. De: Origenes. Jorge Castellón. Textos de estudio Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979) “De todos los pueblos que en los albores de nuestra era se desbordaron sobre el trópico exuberante, ninguno quizá tan lleno de mágico sentimiento como aquel pueblo nahua que en sucesivas oleadas, a lo largo de ocho siglos, se estableció en la basta cornucopia geográfica que forman México y la América Central. Ninguno tan imbuido de mágico destino. Ninguno tan seguro de su divino origen. Ninguno tan decidido al éxito y al triunfo. Pueblos extraordinarios, de un empuje vital no superado hasta ahora por ningún otro pueblo de la tierra. Pueblos imagineros, de alt

Un regalo... sin motivo.

Hoy quiero darme un regalo, así, sin motivo, que contenga todos los dones que este mundo me ha ofrecido: La belleza, la bondad y la verdad de aquellas cosas que hasta hoy he ido encontrado en mi camino. Pondré primero en este cesto de fibras de maguey, el mecer acompasado del arrullo de mi infancia, el reencuentro cotidiano con mi madre al regreso de la escuela, y, la lluvia que cae sobre las tejas en la noche. Agregaré, las Odas más Elementales de Chile; o quizá, las tardes, la noche, las gentes y esa lluvia a cantaradas de los Cuentos de Barro del viejo Salarrué. …Y la melancólica mirada de aquellas golondrinas que miraba Adolfo Bécquer. Talvez incluiré, el sentimiento que nos deja el observar aquellas Manos de Dios que esculpió Rodin, o la tristeza poética de Rilke. Me regalaré esa pasión enardecida de Las Flores del Mal de Boudelaire; y también, la ternura de esos cuentos que escribió un hombre cuyo apellido era Wilde. Me regalaré sin olvidar, los ojos de Gala, pintados con tanto a

Agradecimiento

Parafrasenado a Yourcenar diré que... estaba seguro que este [blog] tendría pocos lectores, pero buenos... Gracias a los que se detienen y leen estas, aveces, tristes notas. Disculpas si más de alguna vez han sentido que han perdido el tiempo. Pero si, en algún momento de osio o de casualidad, han llegado aquí, y se han sentido "en casa" por un rato, me siento complacido por ese regalo de las circunstancias. Este es un lugar de nostalgia, si, pero crean si digo, que es un lugar de esperanza... Jorge

El Reloj de flores o la persistencia de la memoria.

No recuerdo haberlo visto funcionar. Tal vez cuando lo vi, ya sus agujas de metal blanco estaban detenidas, apuntando a cualquier parte de su circunferencia de tierra y grama. El tiempo, es lo más seguro, ya se había detenido adentro de esa redondez que miraba a la intemperie. Su círculo, de cara hacia el oriente, parecía estar reclinado sobre un montículo de tierra que tenia una altura probable de un metro y medio. Era un reloj posado sobre el suelo, como puesto, pues, sobre un puñado de tierra, como una cosa dejada allí, en medio de la calle, para ser vista, para ser olvidada en el ir y venir de la rutina de todos los transeúntes, y de los aconteceres de toda una ciudad. Al parecer, comenzó a funcionar al inicio de la década de los setenta, para en breves años, detenerse. Creo recordar que a mis ocho años, ya el reloj -que entonces tendría cuatro o cinco años de haber sido inaugurado-, había muerto. Así lo veo, así lo recuerdo, como un reloj muerto, escondido entre las cosas, como un

A México, por un segundo.

Corría el año mil novecientos ochenta y cuatro, yo tenía diecisiete de edad, y el mundo, era todo lo que estaba por conocer. Recuerdo que partimos a las cinco de la mañana del Estadio Olímpico de El Salvador, rumbo al Centro Deportivo Olímpico Mexicano, que por aquel entonces se ubicaba cerca del Hipódromo en el Distrito Federal. Íbamos llenos de la alegría infinita que un adolescente experimenta en la aventura de ir lejos, de descubrir, de descifrar distancias, de hacer amigos. Y en nuestro caso, con los sueños puestos en romper nuestras marcas, ya sea un minuto, quince centímetros, o tan sólo, dos segundos. Por aquel entonces yo era el único marchista juvenil de mi país, y con la gloria y la desgracia que eso significaba, me encaminaba a medir fuerzas, o más bien, resistencias, con los mejores del mundo en esos años. Ir a México a competir en la caminata o marcha olímpica, era como ir a competir a un torneo de ajedrez a la URSS, donde Karpov o Kasparov estuvieran entre los rivales; o

El Parque Cuzcatlán.

Los que hemos vivido desde niños en ese pequeño y apretujado lugar llamado San Salvador, capital de otro no menos pequeño y pobladísimo país llamado El Salvador, hemos de recordar por múltiples razones,- como referencia para alguna dirección, como punto para abordar un autobús, como lugar de encuentro para ir a otro rumbo, o como lugar de reunión, de juego, de alegría, o de romance- ese lugar inevitable, que es El Parque Cuzcatlán. El parque adquiere su nombre, de esa remota ciudad nahua –pipil que un día fue San Salvador y cuyo significado se traduce del nahuatl, como Tierra de tesoros. Hermoso nombre para un lugar. Nos remite a un sitio donde pudieran existir cosas de un valor ajeno a lo común, donde hay objetos o seres apreciables, donde se guardan cosas que cuidar, que resguardar, o donde existe un patrimonio, natural, social o cultural, de gran valía. El parque se ubica en el centro mismo de la capital, en un lugar que parece haber sido prolifero en árboles hermosos. De los que ah

El Mercado Central

La otra casa de mis días de infancia, a parte de esa gran casona ya desaparecida de la calle Arce, era la casa de mi verdadera abuela materna, ubicada en lo que aún hoy es la Colonia Ferrocarril, a un costado del Cementerio Nacional, y a un par de cuadras del Mercado Central de San Salvador. Allí pasaba -ya empezando la primaria-, al menos dos fines de semana al mes. Y esa estadía resultaba más que interesante por dos razones, primero, porque en ella vivían dos tíos, adultos ambos, que me hacían participar de sus para mi novedosos intereses, y que con el correr del tiempo, veo cuanto hubieron de influir en mi formación personal y mi visión de la vida, de esa vida que comenzaba a desarrollarse ante mis ojos, a mitad de la década de los años setenta. Recuerdo haber escuchado en esa casa, por primera vez, la palabra Mozart, al tiempo que evoco frente a mí a uno de mis tíos con un disco grande en la mano -un LP como se le llamaba entonces-, en cuya carátula, una mujer estaba sentada frente

Carta a Salarrué

Desde el corazón, sin fecha Señor Salarrué, Le escribo esta carta porque hay cosas que deben quedar claras. Le escribo, por que hay cosas que tengo que decirle diunaves . Es que precisamente es ésa la causa de esta carta, hablarte – no se molesta si le hablo de vos, es que no puedo de otra forma- , decía, hablarte de lo que nos dejaste, lo que te faltó por dejarnos, lo que te debemos. Quiero decirte, auque ya Roque Dalton y Ricardo Lindo te lo han dicho mejor, que nos legaste un tesoro que no tiene ya precio en estos tiempos, y que es- como todo lo que es bueno- cada vez más valioso con el correr del tiempo: tus cuentos, tu obra toda, ahí donde logramos encontrar eso que fue lo que nosotros fuimos; que nos puede definir en lo que somos, y lo único que nos puede ayudar a encontrar lo que perdimos. Precisamente hoy, que no sabemos lo que somos. Primero, porque acordarnos nos da tristeza, siempre lo verdadero nos lo asesinaron; segundo, porque no lo conocemos, ya cuando venimos, o regresa

Carta a un amigo lejano, que aveces, está triste.

Hermano, yo te entiendo, pues para nosotros que estábamos ya aquí cuando llegó el 68, supimos luego que allí, el siglo se partió en dos mitades; para nosotros que estábamos ya por estos lados, cuando con mentiras nos dijeron que la luna ya era nuestra… para los que, dicho de otra forma pues, estamos cerca ya de completar los cuarenta años, mucho ha pasado ya por nuestros días: Nos despedimos del siglo veinte ya llenos de nostalgia…añoramos cosas que hoy, sólo nosotros recordamos. Nosotros, los de entonces, aprendimos de Serrat que si bien no nacimos en el Mediterraneo, si nacimos Para la Libertad, para La fiesta, y que De vez en cuando la vida, debe tomar con nosotros café. Y fuimos a sembrar nuestro árbol con Alberto Cortez; y hoy ni las raíces han quedado. Luego Silvio y Pablo nos dijeron que el sueño y el amor era posible; y Sabina nos hizo iconoclastas. ¿Cómo no voy a entenderte? Si juntos tarareamos en inglés a Carol King y a John Denver, y aún recordamos a John Lennon caminando d

La Casona

La Casona. El recuerdo de aquella casa donde viví mis primeros cinco años, es una fuente de memorias que siempre me serán agradables, porque ese recuerdo trae consigo no sólo personas e imágenes, sino también, me devuelve a aquellas vivencias que son tan significativas para todo niño, pues son las que al final construirán en mucho, los sentimientos de ese adulto en el que ese niño se convierte al final. Para mí, el recuerdo de ese lugar es un retorno dulce a todo aquello que de forma invisible construyó un mundo interior, que aun me dura, y que seguirá en mí hasta la muerte, con sus misterios, con sus preguntas, con su luz sobre lo que a veces se torna oscuro en el camino de la vida, pero sobre todo, por la felicidad que me regresa. Por su inmenso tamaño, este lugar fue siendo bautizado por mi familia como La casona, y con ese nombre que le dimos me referiré a ella en adelante. No puedo darle otro nombre, ése es precisamente el nombre que nos liga a ella en el recuerdo, en el sentimi