Ir al contenido principal

Un regalo... sin motivo.





Hoy quiero darme un regalo, así, sin motivo,
que contenga todos los dones que este mundo me ha ofrecido:
La belleza, la bondad y la verdad de aquellas cosas
que hasta hoy he ido encontrado en mi camino.

Pondré primero en este cesto de fibras de maguey,
el mecer acompasado del arrullo de mi infancia,
el reencuentro cotidiano con mi madre
al regreso de la escuela,
y,
la lluvia que cae sobre las tejas en la noche.

Agregaré,
las Odas más Elementales de Chile;
o quizá,
las tardes,
la noche,
las gentes
y esa lluvia a cantaradas de los Cuentos de Barro del viejo Salarrué.

…Y la melancólica mirada de aquellas golondrinas que miraba Adolfo Bécquer.

Talvez incluiré, el sentimiento que nos deja
el observar aquellas Manos de Dios que esculpió Rodin,
o la tristeza poética de Rilke.

Me regalaré esa pasión enardecida de Las Flores del Mal de Boudelaire;
y también,
la ternura de esos cuentos que escribió un hombre
cuyo apellido era Wilde.

Me regalaré sin olvidar,
los ojos de Gala, pintados con tanto amor por Dalí.
Y aquellos amarillos y azules de Van Gogh y su cielo de La noche Estrellada.
También su locura y su amor desmedido.

Quizá,
las tardes floreadas de Monet
y esas bailarinas gráciles de Degas.

Me regalaré a mi mismo,
el amor que sienten los que sufren en
El llano en llamas,
y las pasiones de los Buendía,
allá en Macondo.

Qué tal los deseos valerosos del viejo pescador Santiago,
en medio de aquel mar y aquella noche.
Y el final de aquella lucha de las Uvas de la Ira.


También,
el amor de Cuasimodo
y su fin junto a la tumba de su amada.
Y haré mías las pasiones de Shivago,
Karenina y
Bovary.

Me voy a regalar en mi memoria diletante,
el Opus nueve numero dos de los Nocturnos de Chopin.
Agregaré a Ravel y su Bolero y
el Branderburgo dos del viejo Bach,
quien me regaló de niño una melodía inolvidable:
Dios, gozo del deseo de los hombres.

Incluiré la Sinfonía Coral con su Oda a la Alegría,
y las notas iniciales de Para Elisa,
que compuso aquel sordo que escuchaba las estrellas.

No debo olvidar el Cannon de Pachabel y la Primavera de Vivaldi;
La danza húngara de Lizt,
y lo más alegre de aquel niño genio.

Pondré a su vez, en este cesto,
la voz de Maria Callas,
la eterna tristeza de Chaplin,
y la soledad, el valor y la esperanza,
de un hombre llamado Oscar Romero…
cuya sangre lloramos todavía los pobres de mi tierra.

Me regalaré el coraje de mi pueblo y la amistad del tuyo.
La historia del Popo y el Itza,
porque es de amor y no de guerra.

La esperanza que queda en alguna parte del mundo que camino,
Y la gracia,
de aquéllos que nos hacen felices con su sola existencia.

Un rostro que vi,
y que fue de un ángel;
y la mejor carta de amor
que esté escondida.


Recordaré, el olvido de la Madre Teresa de Calcuta.

Incluiré la afición al baile que tenia Pancho Villa y
que podía durar hasta tres noches sin descanso.

También,
el camino que va de Cuzco a Machu Pichu, y
la quena y la zampoña que son la voz de aquellos vientos.

Me regalo los mejores manjares del caribe:
el coco, el mango y las anonas;
el olor de la guayaba y del zapote.

Me regalo los sagrados alimentos de la mesa:
el maíz, los frijoles, la patatas y la yuca,
que nos han dado el color de nuestra piel y sus lunares.

El deseo insatisfecho de no poder nunca aprender Maya, Nahua o Quéchua,
Y el sabor de las palabras que en otros idiomas siempre amo:

Home,
Saudade,
Shalom,


Me regalo el recuerdo de lo mejor que un día tuve,
y las cosas por venir que desconozco…

para empezar a llenar, lo que me llevo.



Jorge Castellón


Septiembre 2006.
















.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Simón Bolivar, el general desamparado

Simon Bolívar: el general desamparado. Por Jorge Castellón Lo veía siempre que yo pasaba por la esquina. Allí, oculto tras aquella enorme figura que se elevaba sobre sus patas traseras como queriendo tomar vuelo, como queriendo huir del suelo o quizás amedrentar a los transeúntes, que como yo, veíamos asombrados aquella escena extraña de un animal erguido, con las fuerzas contenidas en un intento estático, pero amenazante, mientras a sus pies, ajeno a esa acción intrépida en suspenso, la figura de un hombre yacía impasible, tendida sobre el suelo, a un palmo de las patas traseras de la bestia. Sobre los cartones, el hombre yacente parecía un cuerpo, que tras una ardua batalla había quedado insepulto, mientras el héroe de algún ejército vencedor, arribaba tardíamente a un poblado ya destruido, a expulsar a los bárbaros que huían del valor de aquel jinete. Porque aquella figura impresionante que se erguía, era un caballo y su jinete, un animal y un hombre, pero para el niño que era yo en...

De un mundo raro.

De un mundo raro. El alma de una nación tiene su residencia concreta en personas humanas de diferentes sectores y grupos. El alma de una nación, el sentir nacional, el espíritu de una tierra o pueblo, en suma, la reserva espiritual de sus ciudadanos, esa que escapa a las grandes encuestas y estudios psicosociales-, es lo que a la larga define una nacionalidad, una forma particular de existir de un grupo humano. Un carácter nacional. Esa alma colectiva, ese sentir, se manifiesta en la cotidianidad, en el día a día de la conversación, de las acciones de ese conglomerado de persona; en el saludo de cada mañana, en el apartarse al sentir muy próxima la presencia de otro; se manifiesta en el volumen de la voz, en los gestos de cada rostro.  Es esa manera ante la cual un inmenso grupo humano, nos comportamos ante una fatalidad ajena, ante el júbilo de otros o ante los que a nosotros mismos nos pasa. Si bien muchísimos pueden diferir de ese sentimiento; si bien...

Qué nos deja un poeta...cuando muere

¿Qué deja un poeta… cuando muere? A Mario Benedetti. ¿Qué deja un poeta… cuando muere? Su palabra. Y la fidelidad de aquellos, crédulos de la palabra misma, que la evocan, la conservan, la restauran, la limpian del polvo de los días, la pulen de las posibles manchas del olvido. La refrescan, la recitan, la recrean, la reinventan. ¿Qué deja un poeta al despedirse por vez última? Su lenguaje. Ese lenguaje de los otros hecho de sus palabras mismas, de las palabras que del corazón, van a su voz a algún papel y de ahí a la memoria. Que se vuelve canto luego, plegaria colectiva, grito o risa contagiosa, himno que viaja por los vientos, de aquí para allá, por doquier, como estandarte de la soledad y de las multitudes. ¿Qué deja un poeta, cuando se marcha para siempre? Su sentir. Y el vaivén de ese sentir sobre los otros, como olas que nos mecen, a veces tormentosas, a veces calmas, a veces misteriosamente quietas, en este mar de cosas imprevistas por donde caminamos para luego despedirnos…sor...