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Mostrando entradas de agosto, 2008

Origenes perdidos

Con suma tristeza me entero del absoluto desinterés con el que han sido considerados, por parte de las empresas privadas de construcción, los hallazgos arquelógicos en la finca El Espino. Los restos prehispánicos descubiertos y destruidos por los tractores que preparan el terreno para la autopista Diego de Olguin, y el acto despreciable de no detener los trabajos de construcción una vez detectados los primeros hallazgos, son una prueba más, entre muchas otras, de la falta de interés, por la verdad histórica de El Salvador. Pero más aún, esta voluntaria negligencia, es un síntoma claro de la cultura autodestructiva que prevalece en el pais. Destruir el propio pasado, ocultar la propia verdad, enterrar la propia historia en favor de la recompensa inmediata, del enriquecimiento, de la voracidad, del apropiamiento, tan sólo puede adjudicarse a una ya muerta y putrefacta conciencia del respeto a la cultura nacional. Nunca como en El Salvador, la palabra nacionalismo ha dado más de sí en su

Orígenes III

Los artesanos del quetzal Colocadas dentro de jaulas grandes como casas, las aves de largas colas se veían trepadas en sus ramas, a veces en parejas, a veces solas, confundiendo sus colores con el verde de alguna hoja todavía viva, de esas ramas puestas allí, como pretendiendo ser un árbol, una enramada, de esas donde en las montañas, las aves permanecen observando el mundo desde la majestad de sus plumajes. Quietas, adentro de el orgullo de un ser privilegiado y cautivo, su verde intenso se veía rezumar el mismo verde que tienen las hojas de las plantas del maíz, allá a lo lejos, como si fueran criaturas de una misma especie, como si fueran pintadas con la misma mano, con el mismo tinte que tiene la tierra cuando llueve. Sus colas, más largas que el brazo de algún hombre, caían en cascada ondulada sobre el aire, profusas, gruesas, amplias, como sólo puede serlo un abanico hecho por los dioses para refrescar la misma tierra. En las montañas, cuando aparecen después de alguna lluvia rec

Orígenes II

Canto al maiz. Gracias por darnos las cosas las flores las frutas la tierra el agua Por esta cosa del tamaño de mi mano donde las gotas de lluvia se vuelven amarillas donde las gotas de lluvia se vuelven alimento donde el sol y el agua hacen sus milagros. Eso, de lo que estamos hechos eso, que ha formado nuestro cuerpo. Nosotros, ¡oh Señor de las lluvias! nosotros cuidamos de tus hijos. Nosotros, ¡ Señor Tlaloc! cuidamos de tu fruto y él, cuida de nosotros. Hace crecer nuestros hijos, nos da fuerzas para el trabajo, nos llena del calor del sol nos da el sudor mientras trabajamos, y nos da las lágrimas sin las cuales, no podemos vivir el dolor. Por eso lo celebramos juntos a la misma ahora en cada casa en cada pueblo Une a mi mujer y mis hijos y mis padres cuando el sol sale y se mete para darnos la luz o la sombra y asi, los dias de la vida. Jorge Castellón De: Orígenes

El Salvador antiguo I

Origen y memoria. ¿De dónde venimos? ¿De dónde procede nuestra sangre? ¿Venimos de la oscuridad o de la luz, del mar o de los cielos? Somos los descendientes de dioses de la selva, O somos, obras hechas de maíz, De barro, De madera. Un poco de todo somos. De todo un poco somos: Lágrima, sangre, sudor, carne, hueso. Ansia, rabia, dolor, delirio, risa. De: Origenes. Jorge Castellón. Textos de estudio Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979) “De todos los pueblos que en los albores de nuestra era se desbordaron sobre el trópico exuberante, ninguno quizá tan lleno de mágico sentimiento como aquel pueblo nahua que en sucesivas oleadas, a lo largo de ocho siglos, se estableció en la basta cornucopia geográfica que forman México y la América Central. Ninguno tan imbuido de mágico destino. Ninguno tan seguro de su divino origen. Ninguno tan decidido al éxito y al triunfo. Pueblos extraordinarios, de un empuje vital no superado hasta ahora por ningún otro pueblo de la tierra. Pueblos imagineros, de alt