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Mostrando entradas de diciembre, 2012

Ayer enterré a mi abuela

A María Antonia Huezo 12 de diciembre de 2012 Silenciosamente, como antes de su muerte ella había vivido, su ataúd bajó a la tierra. Es decir, esta tierra, la de este país, que hoy visito para acompañar a esta menuda mujer, en su marcha. Viviendo en el extranjero, la bondad de Dios y la buena voluntad de otras personas, me ha dado la oportunidad de estar a tiempo para velarla y enterrarla. Para conversar con ella a solas. Con sus 91 años, llevaba en sus ojos apagados, imágenes ya olvidadas por todos o jamás presenciadas por ninguno. Recuerdo que en un cuento, Borges se pregunta sobre quienes fueron los últimos ojos que vieron a Cristo, y sobre qué cosas se han perdido con cada persona que muere. ¿Qué cosas se han perdido con la muerte de esta mujer, que engendró a toda mi familia? Es que quizás, pese a la historia individual de cada vida humana, a cada uno el destino nos depara una memoria irrepetible de las cosas del mundo, de las que nacen de la bondad y de las que na

La tristeza en la literatura.

La tristeza en la literatura. Publicado originalmente en Revista Tres Mil. Diario Colatino Hace algunos días leí unas palabras, una sentencia, una conclusión: la alegría no nos necesita , la autora de dicha frase, me pareció, resumía en cinco palabras todo un largo camino de comprensión del por qué de la literatura, del poema. Por extraño que parezca, en esas cinco palabras se esconde toda una verdad inobjetable. No aceptarla, no lidiar con ella por lo menos, nos deja al margen de la realidad, del mundo, del destino, de una mejor comprensión de la vida.  Cuando Marguerite Duras escribe eso, nos quiere  sin duda, decir muchas cosas. Pero precisamente, creo - como era su costumbre-, nos da las palabras necesarias, las justas, para entrar a un sentido todavía mas profundo y complejo, aquel que nos explique el por qué se escribe… Intentando recordar algunas palabras de Ana Maria, Matute, esta otra escritora parece seguir el pensamiento de Duras, cuando apunta que la verda

15 minutos para El Salvador

15 minutos para El Salvador Siempre he tenido la idea, quizás absurda, pues no tiene un cometido práctico, es decir, en nada aliviará la pobreza de ninguna familia salvadoreña y a nadie dará un empleo permanente. Pero pese al temor de provocar ridículo, me sigue persiguiendo la idea de que un día, podamos, no sé quienes, ni cómo, organizar lo que podríamos llamar Un cuarto de hora de lectura del país. No se donde leí algo que me hace no desistir de esa idea recurrente: nada importante se ha hecho en este mundo que haya tenido una completa aprobación: siempre habrá desacuerdos hasta por la más correcta idea. Así que si para lo correcto y sensato hay desacuerdo, porqué me he de preocupar del desacuerdo que genere esta necedad. Y si del desacuerdo se pasa al ridículo, quiero recordar que ha habido ideas en mi país, por ejemplo, en la Asamblea Nacional, que han superado el ridículo, y han llegado incluso a ser un nocivo atentado de los Derechos Humanos Universales. Hacien