Un partido inolvidable. Recuerdo que Jorge González -al que hoy llaman El Mágico-, jugaba esa noche por el lado izquierdo, es decir, exactamente frente a la platea del estadio, desde donde dos niños con sus narices pegadas a la baranda de alambre -mi hermano y yo-, lo veíamos, hipnotizados ambos, por esa tantas veces elogiada maniobra que lo hacia ver como un adulto diestro jugando contra niños. Con un elegante uniforme blanco, el equipo nacional enfrentaba al equipo de Haití. El “pajarito” Huezo por su parte, hacia aparecer pelotas que regalaba a aquel desmelenado jugador, para que éste las embrujara, pues por ese año 80, todavía se le conocía como La bruja. Iba y venia pues aquel muchacho creando su magia sobre el césped, como un prestidigitador con aquella pelota blanca, e iba y venia aquella algarabiílla de la gente en esa noche: zapateros, ingenieros, estudiantes, carpinteros, albañiles, médicos, minuteros, usureros, seminaristas, meseros, tapiceros, empleados, camioneros, abogado
"Escribir, es poner en orden lo disperso" Carlos Fuentes