Fotografía propiedad de Diario El País. España.
El Nobel para un lector.
Cuando Vargas Llosa recibió la noticia de que había ganado el premio Nobel, se encontraba leyendo. Entre sus manos sostenía una obra más que importante de la literatura latinoamericana: El reino de este mundo, de Alejo Carpentier. Quizás aun las sombras de un amanecer ruidoso se deslizaban espectrales sobre los rascacielos de aquella ciudad vertical que abraza el rio Hudson, cuando a aquel hombre que leía en la penumbra la historia fantástica de un pueblo que milagrosamente existe, le es anunciado que ha recibido el más prestigioso de los galardones literarios.
El hecho en sí es curioso y a la vez, significativo. Cuando Alejo Carpentier escribe aquel libro en 1949, Vargas Llosa tiene 15 años, es decir, era aquel joven que probablemente ya había posado sus ojos en los laberintos del mundo, y escuchado el sonido interno y extraño que se produce, cuando la literatura se encuentra con el alma de un lector, no solo ávido, sino, inconforme.
Sólo los inconformes leen, re-leen y escriben, re-escriben y vuelven a leer. No paran de buscar en lo que ya vieron, en lo que ya buscaron, porque saben, que siempre algo está por descubrirse, ahí, donde siempre mana verdad y belleza. Sólo los inconformes, los que están convencidos de que lo mejor aun no se ha conseguido en el acto creador, vuelven a crear una y otra vez, con grandeza.
Sólo los inconformes leen, re-leen y escriben, re-escriben y vuelven a leer. No paran de buscar en lo que ya vieron, en lo que ya buscaron, porque saben, que siempre algo está por descubrirse, ahí, donde siempre mana verdad y belleza. Sólo los inconformes, los que están convencidos de que lo mejor aun no se ha conseguido en el acto creador, vuelven a crear una y otra vez, con grandeza.
Como en el caso del gran Borges, podemos o no congeniar con la postura ciudadana de este escritor o aquella escritora, pero no podemos pretender lo imposible: decir que una obra, hecha con pasión, amor, verdad y disciplina, no merezca ser reconocida y apreciada por todos y todas, inconformes también, que leen y re-leen la gran literatura.
Dijo Borges siempre que no se jactaba de lo que había escrito, sino, de lo que había leído. Premiando a Vargas Llosa, la anécdota de este premio confirma, que en la re-lectura silenciosa está el camino al sorpresivo y mejor goce de un lector y de un escritor.
Jorge Castellón
Octubre 7 de 2010
Publicado en:
Suplemeto Cultural TresMil El Salvador:
Revista Hontanar, Australia:
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