El abrazo. Quizás abrazar es intentar seguir viviendo. Tal vez sea, aferrarse -en la deriva de las cosas- a lo más firme, a lo más seguro: el ser amado. Es decir, a una certidumbre tan frágil como lo es el amor, la amistad o el cariño. Se abraza a la madre, a los hijos, al amante, al amigo. Se abraza lo querido como para retenerlo, o se debe decir, retenernos nosotros en ellos. Abrazamos para confirmar nuestro amor hacia otra persona, pero también, para conocer, en la fuerza de su abrazo, el amor que de ella nos viene; para perdonarle, pero también para agradecer su perdón. Abrazamos para decir lo que en palabras no cabe, o para confirmar lo que hemos dicho, o para desmentir lo pronunciado por humano error en medio de la ira o el descuido. Un abrazo puede ser un gesto para protegernos y para proteger. Un acto para socorrernos y para socorrer. Pero, mejor, un ir hacia algo como un destino cierto y luminoso en medio de lo oscuro -en el centro de la confusión a ve
"Escribir, es poner en orden lo disperso" Carlos Fuentes