La esperanza de un país. No entiendo el trabajo de un maestro, ajeno a la utopía, al sueño, al deseo de un mundo mejor, vivible, justo. Por esa razón, toda persona con esa vocación es al final de cuentas, como educadora o educador, un/a humanista. Y es que –como dice el gran Stefan Zweig en su libro sobre Erasmo de Rotterdam-: “Humanista puede llegar a serlo todo aquel [y aquella] que sienta aspiraciones hacia la educación y la cultura; todo ser humano [ ], tiene acceso a esta libre comunidad… “. Pero las personas partícipes de ese egregio grupo tiene frente a sí, no solo el orgullo de su pertenencia, sino – en el caso de El Salvador- la inmensa responsabilidad de su trabajo cotidiano: el trato esperanzador con la niñez y la juventud en un país casi desesperanzado. Este es un reto que excede las posibilidades individuales y exige las complementariedades más diversas de la familia, la comunidad, el municipio, el Estado. Pero exige sobre todo…creer en la educación, es d...
"Escribir, es poner en orden lo disperso" Carlos Fuentes