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La verdad, clausurada por decreto.



La verdad, clausurada por decreto.

Tutela Legal del Arzobispado, ha sido cerrada por decreto de la autoridad máxima de la Iglesia católica salvadoreña: el arzobispo de San Salvador, Monseñor José Luis Escobar Alas.

Dadas la historia y el papel que Tutela Legal ha desarrollado en la historia política de El Salvador en los últimos 30 años, e impulsada por el increíble liderazgo e inteligencia de quien en vida fuera la Doctora María Julia Hernández,  esta decisión puede interpretarse – dadas las circunstancias en que se ha producido: sellando puertas con cerrojos, plantando vigilancia privada para impedir la entrada de los empelados, y sobre todo, sin la mínima  oportunidad de acceder a los archivos de la oficina una vez conocida la decisión-, como una acción que está ajena a consideraciones de ética laboral y responsabilidad social; como una decisión injustificada en relación a una posible falta de fondos de funcionamiento para la ejecución de proyectos, y como una decisión desvinculada a un proceso  de cambio institucional planificado y discutido con los empleados.

¿Por qué entonces se clausura de facto, Tutela Legal?

Seamos honestos: no existe en El Salvador, ni ha existido en estos últimos 30 años, una instancia o institución, que albergue con tanta responsabilidad la verdadera historia de la guerra civil salvadoreña. En esos archivos se encuentra – o se encontraba, en el caso de que a la hora que esto se escribe, ya hayan sido destruidos- las fuentes primarias de lo que se dio en conocer como el documento más importante de la segunda mitad del siglo XX en El Salvador: El informe de la verdad.

Allí, precisamente allí, están o estaban registrados los nombres, los lugares, las horas, los pormenores sangrientos y las responsabilidades y complicidades, de los hechos más abominables que la historia moderna del país, puede presentar.

La verdad está clausurada por decreto, en un país, que sigue adoleciendo  de la mentira institucionalizada, la polarización y la deshumanización.  La verdad se clausura por decreto, en un país, que solo podrá sanar con la justicia. Lamentablemente, solo la verdad puede conducir a la justicia. Clausurada la verdad, olvidada la justicia.





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