Estamos solos. Ayer hablé con mi madre. Esa ceiba de 93 años de edad, que ha visto suceder y ha vivido, los hechos más trascendentes de la historia del país desde 1923. Esa mujer que a sus 12 años llega a San Salvador proveniente de algún cantón de Tecoluca, a ganarse la vida haciendo oficios domésticos en la Colonia San Jacinto. La voz de mi madre es la medida de todo lo que sucede a su alrededor. Aun a su edad, no se le escapa nada importante o no importante del día a día de la casa y del país. ¡Qué digo del país, del mundo!: Tormentas en Texas, terremotos en Nepal, hasta los partidos no oficiales de la selección de futbol, que con eso digo todo. La conmueve la muerte de cualquier joven, como si se tratase de uno de sus hijos…” ahí quedó mi muchachito con sus cuadernos” me cuenta desde la distancia, cuando algún joven es asesinado en la calle, dándole a ese otro fallecido de las calles de san Salvador, presencia humana, esencia de hijo. Devolviendo al m
"Escribir, es poner en orden lo disperso" Carlos Fuentes