Las maravillas de Cervantes (II)
En el capítulo XIV de El Quijote, hallamos otra
perla, en el océano de maravillas que es esta novela. (De hecho, no sé si decir
“esta novela” le reduce, o es en sí su redundancia, pues ver desde el presente
la obra, nos hace a veces sacarla de su tiempo y calificarla con los parámetros
que hemos ido creando con los siglos). Pero decía, que una perla inusitada hemos
de encontrar en este punto: La canción de Grisóstomo y el destino de ese
hombre. Su pasión.
La inclusión de estos versos en la narración,
en la poética prosa de la obra, y el destino de ese hombre, crean otro momento
fundamental en la literatura. Es decir, Cervantes nos devela el momento
oportuno de construir lo que con el tiempo ha de ser una característica del género:
la pluralidad del lenguaje y con ello, la utopía de la totalidad de la escritura.
Los enormes versos de Cervantes, el poeta, no
solo colocan la poesía en su lugar, como momento supremo del lenguaje, sino que,
dan a la novela su capacidad de albergar otros géneros, y así, de definirla
como obra polifónica, coral, totalizadora. Es lo que se cuenta, y cómo se
cuenta.
Pero, no solo es la cantidad de historias y de
personajes que entran y salen del escenario narrativo, sino la voz que cada uno
manifiesta, la palabra que cada quien dice, la pasión que cada uno vive, y con
ello, no suma, sino crea, integra la totalidad de la narración.
Es que, no hay gran escritor en cualquier
lengua, que no haya querido abarcarlo todo en su escritura. No hay gran
escritor que no haya querido, escribir la novela total, aquella capaz de
envolverlo todo: Proust, Joyce y en nuestra lengua García Márquez, buscaron esa
utopía de la creación literaria.
Cien años de soledad, cuyo primer título fue La
casa, buscaba, dice Márquez, contarlo
todo, pero también -lo descubre cada lector-, hacer que todo personaje,
cuente parte de esa historia, con su vida.
No hace falta que esta novela de la gran familia
de los orígenes del mundo, carezca de diálogos, son las historias de cada uno
la que incorpora la pluralidad, la polifonía de toda la narración. No recordamos un camino único que ascienda, descienda
o termine. Recordamos sucesos de este y aquel personaje. La vieja solitaria y
su encierro, esa viuda que camina con su cría en medio de la calle desierta de
aquel pueblo, cargando un ramo de flores; el hombre atado a aquel árbol, un
hilo de sangre.
Ni El Quijote, ni Cien años de Soledad, se
agotan en su principal protagonista. Son ellos, participes del universo, de la
vida toda que sucede mientras la propia transcurre, y más allá.
Pero hay algo más. Cervantes entendió lo que
dijo Borges: Un hombre al final, es su destino. Y así creo Grisóstomo. De ese
hombre, no nos importa su estatura, su complexión, el color de su piel. Nos importa
su destino, el acto humano, porque en esos actos está la utopía de la
universalidad.
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