Recuerdo un
patio, unos pinos.
Recuerdo
eso que llaman jardín que nunca más tuve.
Recuerdo un
cielo, un volcán, unas nubes, y pericos como niños en algarabiílla.
Recuerdo
tardes infinitas, días largos como vidas, noches profundas. Dimensiones de las
cosas que se pierden con la edad y las tristezas.
Recuerdo
esperas largas que terminaban felices.
Dolores que cesaban.
Recuerdo no
haber estado solo. Recuerdo tardes siempre
en compañía.
Recuerdo gentes
en la calle. Sonrientes.
Recuerdo
noches sin temor, sin sobresaltos.
Recuerdo un
radio, una plancha: formas por entonces de la modernidad y el patrimonio.
Recuerdo
leche con nata, pan dulce y café espeso.
Recuerdo el
olor del ciprés y la varicela; del tomate y las paperas; de la canela y las
fiebres; del limón y la gripe.
Recuerdo
unas manos y una voz. Recuerdo lo que es el consuelo.
Recuerdo el
sabor de la limonada, del pan con miel. Recuerdo
el sabor del huevo tibio.
Recuerdo el
sabor del zapote, de las almendras.
Recuerdo un
viento fuerte y delicioso. Recuerdo mi deseo de algún día, hacer lo que nunca
hice: elevar una cometa.
Recuerdo la
libertad de un niño que termina la escuela.
Recuerdo la
nostalgia de algún amor negado.
Recuerdo.la
tierra temblar. Un terremoto.
Recuerdo el deseo de querer conocer el otoño.
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