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Mariza: concierto en Lisboa





Después, quizá, de Amalia Rodriguez, es esta hermosa voz, la que canta con la más profunda y triste nostalgia de Portugal.





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Simón Bolivar, el general desamparado

Simon Bolívar: el general desamparado. Por Jorge Castellón Lo veía siempre que yo pasaba por la esquina. Allí, oculto tras aquella enorme figura que se elevaba sobre sus patas traseras como queriendo tomar vuelo, como queriendo huir del suelo o quizás amedrentar a los transeúntes, que como yo, veíamos asombrados aquella escena extraña de un animal erguido, con las fuerzas contenidas en un intento estático, pero amenazante, mientras a sus pies, ajeno a esa acción intrépida en suspenso, la figura de un hombre yacía impasible, tendida sobre el suelo, a un palmo de las patas traseras de la bestia. Sobre los cartones, el hombre yacente parecía un cuerpo, que tras una ardua batalla había quedado insepulto, mientras el héroe de algún ejército vencedor, arribaba tardíamente a un poblado ya destruido, a expulsar a los bárbaros que huían del valor de aquel jinete. Porque aquella figura impresionante que se erguía, era un caballo y su jinete, un animal y un hombre, pero para el niño que era yo en...

Amor, erotismo, literatura

¡Beso que ha mordido mi carne y mi boca con su mordedura que hasta el alma toca! ¡Beso que me sorbe lentamente vida como una incurable y ardorosa herida! Juana de Ibarbourou. Amor, erotismo: literatura. La vida es  también  vivencia del deseo erótico y el anhelo amoroso. Anegados por esa “llama doble”  -como Octavio Paz ha titulado uno de sus ensayos fabulosos-, el amor y el erotismo nos construyen, hasta llegar a definirnos, tanto como lo hace nuestra voz, nuestro andar, nuestro carácter,  y por qué no, nuestra particular idea sobre la esencia de la vida.   La vivencia erótica nos abrasa, y su fuego -que en ocasiones confundimos con la fuerza de la juventud-, nos regala el momentáneo habitar de una dimensión resplandeciente, desde donde se puede ver de otra manera el universo; desde donde se puede apreciar y sentir, un estado diferente del vivir  que está muy lejos de la angustia que la mortalidad nos provoca; del terror al dolo...

Qué nos deja un poeta...cuando muere

¿Qué deja un poeta… cuando muere? A Mario Benedetti. ¿Qué deja un poeta… cuando muere? Su palabra. Y la fidelidad de aquellos, crédulos de la palabra misma, que la evocan, la conservan, la restauran, la limpian del polvo de los días, la pulen de las posibles manchas del olvido. La refrescan, la recitan, la recrean, la reinventan. ¿Qué deja un poeta al despedirse por vez última? Su lenguaje. Ese lenguaje de los otros hecho de sus palabras mismas, de las palabras que del corazón, van a su voz a algún papel y de ahí a la memoria. Que se vuelve canto luego, plegaria colectiva, grito o risa contagiosa, himno que viaja por los vientos, de aquí para allá, por doquier, como estandarte de la soledad y de las multitudes. ¿Qué deja un poeta, cuando se marcha para siempre? Su sentir. Y el vaivén de ese sentir sobre los otros, como olas que nos mecen, a veces tormentosas, a veces calmas, a veces misteriosamente quietas, en este mar de cosas imprevistas por donde caminamos para luego despedirnos…sor...