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¿Cuál es la verdad de Masferrer?.




Crear controversia, generar desacuerdos, sembrar dudas. A qué más puede un intelectual aspirar. Mejor,  qué más puede pretender la honestidad intelectual y el trabajo de una persona que reflexiona incansablemente sobre la realidad de su tiempo..

En su más reciente articulo, el admirable investigador y escritor Rafael Lara Martínez, plantea, -como siempre, basándose en fuentes primarias-, algunas declaraciones que comprometen a Masferrer dentro de una postura ideológica machista y discriminatoria de la población indígena. 

Leí el articulo, con el interés y la atención con el que siempre uno se  aboca a los trabajos de este  destacado lingüista e historiador, quien en más de una vez, nos ha puesto frente a la verdad de la historia intelectual salvadoreña.. Y reflexioné sobre lo escrito con la misma seriedad con que  lo he hecho al estudiar los trabajos de Matilde Elena López, Marta Casaús Arzú o Karen Racine, quienes han estudiado –desde distintas perspectivas y tiempos- con suma profundidad, la obra de este pensador salvadoreño, el más influyente de la primera mitad del siglo XX en Centroamérica.

Es interesante como la postura señalada por Lara Martínez, a partir de uno de los trabajos de Masferrer,  pareciera no cotejarse con la vida política y pública del ensayista, principalmente, con su rol protagónico en la organización de los movimientos feministas en la Centroamérica de su tiempo,  en colaboración estrecha  Gabriela Mistral. O con el espíritu que su única novela- “Una vida en el cine”-, deja entrever en su contenido de ideas, sobre los derechos sociales y económicos de la mujer, por ejemplo.

Por otro lado, lo analizado por Lara Martínez, sobre las  ideas de Masferrer acerca de la población nativa, es muy distinta a lo que se pudiera comprender,  fundamentalmente, en “La misión de América”, y en otros escritos, donde prevalece el llamado a concebir la patria teniendo como base la cultura, los valores espirituales, por sobre otros conceptos como el de nación, y por sobre otras consideraciones, para el insustentables, como la noción  de  raza. Y así, escribe:

“Una cultura: crear, moldear y arraigar una cultura [  ] nada tienen que ver las cuestiones raciales, como no sea rodear de oscuridad la concepción del propósito, y retardar y bastardear su realización, sembrando desconfianza, recelos, divisiones y odios [  ].

[  ] si nuestro miraje y nuestro criterio son la raza, el  hecho más bien físico que no espiritual que constituye la raza, entonces nos estorban los millones de indios mejicanos, y centroamericanos [  ], nos estorba todo lo que no sea blanco, o mestizo [  ] es decir, nos estorba la mitad de la población del continente [  ].

Y como nos estorban, para ser lógicos trataríamos de aniquilarlos, o por lo menos seguiríamos tratándolos como hasta el presente, como a raza inferior, buena para explotarla [  ] Y esto ha sido, es todavía, una de nuestras mayores maldades y una de nuestras mas grandes torpezas [  ] ”. (Obras Escogidas, 2002. pág. 91-93)

Al respecto anota Casaús Arzú (2002) : “En la línea de este autor, hablaba de la conciencia colectiva de la voluntad de forjar una nación como comunidad de cultura, basada en el concepto de raza que de ninguna manera debía ser un concepto jerárquico ni excluyente.” Y luego destaca: “En este sentido va a ser uno de los precursores de la construcción de la nación étnico-cultural en América Central.”

Como bien lo señala Karen Racine, “es difícil ubicar a este autor en una línea de pensamiento preciso”, porque  en su misma evolución intelectual parece contradecirse en sus reflexiones principales. No obstante, quien haya leído y estudiado su obra, descubrirá, no solo esas contradicciones, sino, una constante preocupación por dar respuesta a los problemas de su tiempo y su lugar, a través de una permanente y honesta labor intelectual.

Esto es precisamente lo destacable. Esto es lo que motiva para, pese a estas contradicciones, seguir hurgando en este pensamiento; seguir buscando lo atesorable, lo iluminador, lo valioso en  la obra masferreriana. Y debiera invitar a otros, a buscar por sí mismos el verdadero legado, esa verdad tan huidiza, de  este escritor centroamericano.

Y es que “el hecho de que Masferrer – escribe Matilde Elena López  en “Interpretación social del arte”, pág. 663)-, todavía despierte la polémica, es signo de que en su obra hay algo que aún no está plenamente aclarado”.




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