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Por qué escribir






Dijo Marguerite Duras, que para continuar viviendo,  para soportar la vida. Carlos Fuentes declaró alguna vez que para poner orden en aquello que está disperso…disperso en la memoria y en la historia.

Quizá para que el caos de las cosas que nos pasan, den la impresión de tener alguna dirección, cierto ignoto sentido, que con palabras,  tinta y papel,  de la impresión de hacerse visible.

¿Por qué escribir?

Por la costumbre, dice José Luís Sampedro de “poner la oreja hacia lo que tengo dentro y tratar de contarlo.” Y continúa: “porque para mí escribir es vivir”.

¿Por qué escribir?

Tal vez para consolarse; pero también, para purificarse. Para contenerse; pero mucho más, para desgarrarse. Para que, desde ese ensimismamiento en nosotros mismos,  podamos saltar después a abrazar  el mundo entero, con la valentía que dan un puño de palabras hasta ese instante nunca dichas.

Para descubrir las palabras,  para sorprenderse de su estatura y de su pequeñez; para dejarse seducir por su luminosidad; para arrobarse con su profundidad, para entristecerse de su vacuidad y de su  incapacidad de referir lo más profundo de nosotros.

¿Por qué escribir?

Para que esa vorágine que se llama realidad,  se someta de alguna forma a la manía  inútil de hombres y mujeres,  de ordenarla, de recordarla, de precisarla, de enumerarla, de describirla, al fin, de contarla. Es que en medio de toda nuestra sustancia humana, estamos hechos de historias: se escribe para contarse la  historia de uno y la historia de los otros.

Se escribe para saber; pero también, para conocer aun más, esa  grave ignorancia de las cosas. Esas que hacen lo que uno es: su circunstancia.

Para esquivar la mortal limitación que la vida y el tiempo  deparan en cada amanecer. Para tontamente, obviar el sentirse mortal y pretender perdurar en palabras…

¿Por qué escribir?

Para aclarar aún más las bellas lecciones con dolor aprendidas. Pero también, para espesar  la amarga oscuridad que cubre  los ojos  en cada acto fallido.

Para intentar ser, al mismo tiempo, atrevido y sabio,  valiente y egoísta: un angustiado Job, un sereno Salomón;  un pretensioso Prometeo, un vano Narciso. Pero también, una paciente Helena o una apasionada Bovarí.

¿Por qué escribir?

Para encontrarse y para perderse. Para levantarse y para sucumbir. Para acercarse al mundo y para exiliarse de él.

Se escribe, quizá, porque el silencio enseña que debajo de él, se incuban tempestades, terremotos, nacimientos y milagros.

Se escribe, a veces, para la bondad, para la belleza, pero también para la maldad, el crimen y el pecado.

¿Por qué escribir?

Sobre todo, se escribe para soportar cada dolor, para trasmutarlo; pero también,  para engrandecer el amor y eternizarlo.

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