Una metáfora de
la naturaleza.
Publicado en revista Contrapunto el 8 de abril de 2012
Hay
hermosas metáforas que suceden en la naturaleza. Hay manifestaciones de la vida,
que simbolizan tal vez, los ideales humanos por
hacer de nuestra civilización, una oportunidad más accesible para el
bienestar de cada persona.
Me parece que
una de esas expresiones maravillosas del mundo que nos rodea, y que nos sugiere
la lucha por la vida como paradigma del universo, es esa que se encuentra en la aventura sorprendente de las mariposas, y
particularmente, de las mariposas
monarcas. Esa emigración
sorprendente de 3.200 kilómetros que estos frágiles seres realizan desde el norte de los Estados Unidos
o el sur de Canadá, hasta los bosques del centro de México, -mientras alcanzan una altura de hasta 2.000 metros-, es
un esfuerzo genuino por el cuido de la vida no ya de un individuo, sino, de una
especie entera.
Hay algo que ese
vuelo representa para la humanidad. Hay un designio sagrado con relación a la historia humana, que esa necesaria
aventura encierra para ser develado por nosotros. Hay cierta maravilla en esta gesta, que al observarla nos
hace preguntarnos de su grandeza, de su cometido, de su increíble
circunstancia.
¿Cómo estos seres
tan vulnerables son capaces de atravesar enormes distancias, inusitadas
alturas? ¿Cómo unos seres sin poderosas fuerzas pueden enfrentar las corrientes
de aire y sobrevivir en su vuelo? ¿Cómo
no se extravían en su viaje pese a lo intrincado de su ruta?
Es que una de
las grandes fortalezas de esta bella criatura, es que realiza ese esfuerzo
titánico, no como intento suicida de un individuo solo, sino como un necesario
emprendimiento de toda una especie. El viaje que inician es un viaje en conjunto;
el salto que ejecutan hacia ese vacío esperanzador, es un salto en unión con otros de su especie:
es una proeza colectiva, épica, no ausente de individuales epopeyas y
tragedias.
Pero aún más. Su
gran fortaleza reside en que su esfuerzo incluye dos o tres generaciones por
delante: es un cometido tras-generacional. Quien lo inicia, de alguna manera
quizás sabe, que no verá el destino trazado,
pero anticipa que su descendencia gozará de aquel paraíso, hoy utopia, mañana…
hogar.
Veo una similitud
entre estas criaturas y mi pueblo. Veo
un constante emigrar de pueblos esperanzados. Les veo salir por bandadas hacia
la distancia y morir algunos en el camino; veo a otros llegar, arrinconarse del
frío, resistir y sobrevivir. Veo una generación tras otra, volar hacia algún punto
de la tierra: ese que les permita sostener la vida de una familia entera y así,
el de toda una dolida generación de seres humanos a los que yo pertenezco.
A esa multitud,
la violencia y la pobreza les han tirado lejos, pero han aprendido a vivir en
esa lejanía. Como las mariposas monarcas mismas, que a veces, arrastradas por
el viento, atraviesan un mar entero, parte de esa multitud -que sobrevive-, cuelga sus capullos en algún jardín que les ha prestado
sus verdes hojas.
Comentarios