Televisión
educativa: riqueza cultural
(Publicado originalmente en Revista Contrapunto el 14 de septiembre del 2011)
El desarrollo de una televisión pública con una definida orientación educativa,
debe ser parte de una política general de educación nacional. Orientada en lo
que cada comunidad aspira formar en sus integrantes, dentro de las más amplias
aspiraciones de desarrollo humano, esta
política parte siempre de un ideal
pedagógico, es decir, de ese ideario sobre el que descansa el cómo debe ser
la mujer y el hombre que cada pueblo quiere formar.
A
su vez, ese ideal pedagógico, tiene su base y se orienta en universales
necesidades individuales, es decir, estilos de aprendizaje y diferencias
personales ( Howard Gadner); la necesidad de pertenencia, de autorrealización,
de desarrollo de capacidades, y del sentimiento de utilidad social; de igual
forma, se asienta ese ideal en lo que cada grupo humano, pueblo o nación, necesita de las personas que lo conforman, a
saber: plena alfabetización, hábitos de estudio y trabajo; capacidad de
resolver conflictos, análisis crítico, capacidad tecnológica y de trabajo en
equipo, entre otros; pero de manera particular, en ese conjunto de principios
éticos, valores y normas que ese grupo concibe como los más fundamentales para
una convivencia social sana, democrática y liberadora. (Paulo Friere)
Por
último, aquel ideal, debe responder a las necesidades del actual y futuro
estado del mundo, es decir, que cada individuo, hombre y mujer, sea capaz de tolerar la diversidad cultural e
ideológica; de pasar de esa tendencia de
disfrutar y amar a la naturaleza ( Edward O. Wilson) a la capacidad de reconocer,
identificar y utilizar las conductas y herramientas necesarias para el cuido y
la conservación de la biodiversidad en
el planeta; que posea una visión
trans-generacional, que le permita a nivel del comportamiento social y la
responsabilidad ecológica, una perspectiva a favor del bienestar de al menos
dos generaciones por venir; que sepa reconocer la necesidad, y actuar a favor
de una civilización que sea capaz de
tratar e incluir a todo ser humano –de cualquier origen- al seno de un cada vez
mayor bienestar social (Tzvetan Todorov).
Este
marco incompleto y siempre tentativo de consideraciones de los objetivos de una
política educativa, en suma, son los mismos que pueden aplicarse, tal vez, para
dilucidar la enorme importancia que para un país tiene la existencia de una
televisión pública de calidad y en permanente mejoramiento.
Pese
a los enormes esfuerzos hasta ahora realizados en nuestra televisión pública-
educativa, todavía estamos frente a la necesidad de un mayor empuje, de un
mayor interés y apoyo de recursos e iniciativas, que permitan lo que los
salvadoreños y las salvadoreñas estamos mereciendo desde hace muchos años: una
televisión educativa a la altura de lo
que ya nuestra historia y experiencia social y cultural demanda.
La
importancia de una televisión pública- educativa está a la misma altura que
tiene un centro de estudios superiores, un sistema nacional de librerías o un sistema
de museos especializados; y más aun, posee la ventaja de en un momento dado,
superar la cobertura geográfica,
económica y cultural de todos ellos.
La
calidad de una programación, su diversidad, promoción y permanencia, garantiza a largo plazo, la
creación que un cada vez mayor numero de grupos sociales estén expuestos e
interactúen con un contenido mediático socialmente sano y humanizante; que se
desarrolle una opinión pública mejor informada y educada en diferentes aspectos
de la vida social; que se enriquezcan los marcos de referencia actitudinales y
cognoscitivos del ciudadano que día a día actúa y se comunica en los diferentes
roles de su comunidad: padres y madres de familia, líderes y liderezas
comunales, administradores/as públicos, maestras/os, artistas, estudiantes,
deportistas, etc.
Pero
de forma específica, la televisión pública-educativa, debiera hacer énfasis en
los sectores más vulnerables de la sociedad salvadoreña: la niñez y la
juventud. Generar el interés por las artes, el deporte y la educación;
despertar la admiración por personalidades destacadas en el mundo de las
ciencias y las artes; permitirles
redescubrir los valores que han guiado a diferentes personas a nivel nacional y
universal, en su lucha por una sociedad más justa, más participativa y humana; conocer la historia universal En
otras palabras, reavivar las humanidades (Martha Nussbaum) y revitalizar el
valor de la educación (Victoria Camps).
Por
último, y a través de los diferentes recursos electrónicos y tecnológicos,
contribuir a la democratización del
conocimiento, por medio de la creación de permanentes archivos, que recojan la
opinión, la imagen, los hechos, los descubrimientos, y los actos que como grupo
humano más nos interesan.
A
manera de ejemplo, nos hemos de referir a tres sistemas de televisión pública
cuyas iniciativas pudiesen ser consideradas en la perspectiva de la
planificación, la gestión y la promoción cultural: La radio y televisión
española (RTVE); Public Broadcasting
Service (PBS) y Canal 22 de México.
Si
bien es claro que no se puede comparar la posibilidad de recursos financieros y
tecnológicos de estos sistemas con el nuestro, se quiere hacer énfasis en el
contenido de la programación, en la calidad de algunos de sus programas, en las iniciativas de gestión y en los impactos
de mediano y largo plazo en la comunidad nacional y mundial que ellos generan.
Por ejemplo, los archivos de la Televisión Española, dan la posibilidad no solo
de rescatar la memoria histórica reciente europea, sino, mundial. Programas
como En Portada, han
abordado temáticas más que importantes de cualquier parte del globo, inclusive
El Salvador, Nicaragua y Guatemala, que
posibilitan nuevas perspectivas de análisis y de estudio.
En
el campo de las artes, RTVE es el único medio, que guarda, para acceso mundial,
entrevistas con los más importantes escritores y artistas de habla española del
siglo 20. El programa que en su momento fuera denominado A fondo, debiera
de ser considerado de hecho, un patrimonio de la humanidad. Así mismo, uno de
los programas de televisión más exitoso del año recién pasado, “Un país para comérselo”,
es un exquisito collage de música, tradiciones y acercamiento cultural del paisaje
social español, que estimula la emulación y las nuevas ideas en la difusión
cultural.
Por
su parte, la televisión pública norteamericana, PBS, ha sabido combinar el
patrocinio privado y los fondos públicos con gran eficiencia, y demuestra que
la gestión con fundaciones y empresa privada puede ser exitosa, cuando las instituciones involucradas
tienen un claro y enérgico compromiso con la cultura y la educación. El que es
quizás uno de los mejores programas sobre ciencias naturales en el mundo: Nature,
posee en medio de diferentes fundaciones privadas y científicas, que lo
financian, dos empresas muy conocidas, una de automóviles y otra productora de
prestigiosas cámaras fotográficas, que
unen recursos para la existencia de este que es hoy por hoy, de los mejores recursos
de información científica que pueden encontrase. Similar situación encontramos
en NOVA,
financiada por una gama de fundaciones que captan recursos estatales para
investigación científica y al que se aúnan firmas privadas.
Finalmente,
FRONTLINE,
es un programa de documentales de elevada calidad periodística e informativa,
apoyada por fundaciones de carácter privado. A la vez, cada programa, pone a la
disposición del público la venta en
formatos DVD de cada nueva edición que produce, y existen, en general, permanentes
campañas de gestión de fondos entre la
audiencia nacional, con aportes que pueden ir desde 50 dólares anuales, a
cambio de materiales audiovisuales educativos o artísticos de limitado acceso.
El
Canal 22 de México, dirigido hasta hace poco por el reconocido escritor Jorge
Volpi, es un ejemplo cercano de iniciativas culturales. Programas como La
dichosa palabra, nos da tan solo él, una
idea de lo creativo que puede ser un grupo de personas interesadas por la
difusión de la cultura. El canal incluye programas elaborados incluso por RTVE
(Cuéntame
como pasó) y destaca la programación de
música clásica y cine.
Existe
en El Salvador capacidad humana suficiente, experiencia académica, científica, periodística
y tecnológica; relaciones de cooperación, una definida institucionalidad, y lo
más importante, un público que desde hace mucho tiempo, sabe apreciar la
cultura en todas sus manifestaciones. Sí es posible, entonces, que nuestra
televisión educativa, sea capaz de desarrollar, por ejemplo, documentales de
gran profundidad sobre las principales necesidades, problemas y perspectivas de
la realidad nacional y centroamericana: migración, violencia, participación
ciudadana, juventud, derechos humanos, etc., que eduquen la opinión de cada ciudadano y
ciudadana.
Lo
mismo sucede – y aquí ya hay avances muy importantes en el último año-, con el
estudio de la vida y obra de nuestros escritores, escritoras y artistas, del
pasado y el presente de la historia cultural del país. Es triste que no exista
a disposición del público, ni un solo documental, de al menos 30 minutos de
duración, realizado con bases historiográficas, testimoniales, con comentarios de expertos/as, etc., sobre la vida y obra de por ejemplo, Francisca
Gavidia, Alberto Masferrer, Claudia Lars, Salarrué, Arturo Ambrogi; Roque
Dalton, Claribel Alegria, Manlio Argueta, entre otros. Y es aun más triste, que nuestra
televisión educativa no posea tan siquiera, su propia página electrónica, que
permitiese su acceso en todo momento para cualquier persona o institución que estuviese interesada en la investigación
y la difusión cultural.
La
difusión de todas las artes, cine, teatro, música, danza, pintura, escultura,
cocina, aun es un espacio por desarrollar. Ha habido avances en la educación e
información en cine y artes plásticas que hay que destacar y apoyar, pero las
otras artes también son merecedoras de un status similar.
Por
otro lado, la diversidad cultural, lingüística, culinaria y social de nuestros
pueblo, merece un acercamiento menos ligero. Aun desconocemos nuestro propio
patrimonio cultural, en un espacio geográfico tan pequeño, donde de un punto a
otro del país, tan solo se necesiten 5 horas de recorrido. Aquí, la participación de las personas en el
relato de su historia; la dignificación de sus labores y oficios; de sus
tradiciones y costumbres; de sus giros lingüísticos y de su vida política y
económica, deja un campo abierto de investigación, difusión y promoción, que si
bien se ha impulsado con entusiasmo, puede llevarse a mayores niveles de
investigación y promoción.
La
combinación de programas de producción local e internacional; el esfuerzo de registro
y archivo de información científica y cultural; la ampliación de gestiones
bilateriales y multilatruales; el descubrimiento de fuentes de riqueza cultural
aun no exploradas; una mayor
participación del ciudadano, de las empresas privadas serias, -que se preocupen
por la calidad de vida de la comunidad que las sostiene- y de agiles presupuestos
estatales, puede contribuir a que tengamos al fin, lo que todos y todas
merecemos.
Cuando
el gran periodista Bill
Moyer, dio por terminado su programa de
entrevistas de los viernes por la noche en PBS, la antepasada primavera, un
televidente escribió al siguiente día en el blog del programa: “Norteamérica ha
perdido la única hora de cordura que teníamos cada semana”. Es esto, lo que la
gran televisión es capaz de suscitar.
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